miércoles, 10 de octubre de 2007

MARTITA, FOX, Y EL CHICHARRÓN CON PELOS

Los que dicen serían capaces de meter las manos al fuego para demostrar la honradez y el buen gobierno de nuestro distinguido ex presidente Vicente Fox, tendrían que ir buscando una buena terapia de rehabilitación para las quemaduras de tercer grado, ya que resulta más que evidente que la riqueza de la pareja más feliz de México no es un regalo divino, ni mucho menos fruto del esfuerzo de su presidencia ranchera.

Mientras otros se queman las manos, a nosotros, a los mortales, que no tenemos jeep todo terreno, sino 2.50 pal micro - que por cierto, no durará mucho tiempo si consuman el aumento a las tarifas del transporte público en el DF-, nos tiene comiendo chicharrón, pero no del que él come, sino chicharrón con pelos, al tiempo que disfrutamos de las fotos – de tan buen gusto, por cierto – donde pasean felices Martita y Vicente por su rancho de San Cristóbal de 300 mil pesos -(¡No mami blue!)- , donde entre algunos otros atractivos, podemos encontrar un lago artificial con peces y toda la cosa, una alberca, especies animales exóticas, cabezas de ganado...

Los arranques de ostentación de la dispareja presidencial, como bien lo ha expresado Ricardo Rocha en su columna del 20 de septiembre titulada Los Beberly de Guanajuato, son de un ranchero con gustos huichodominguezcos. La neta su cinismo cae en lo bizarro y en lo vulgar, en la ofensa ante la precaria situación económica y social de millones de mexicanos.

Muchas son las evidencias – y estamos sólo en el comienzo de la investigación - que apuntan hacia un enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias de la dispareja. Remodelaciones, vehículos de lujo, empresas procesadoras de alimentos, propiedades... no pueden ser resultado sólo de un trabajo, ya no digamos bueno, sino honrado. Pero nadie mejor que el mismo chente y su bella damisela para meter las cuatro patas. Su aparición en la revista de la gente nice, Quien, detonó la bomba y comenzó el escándalo y las críticas. Ya veremos en qué acaba todo el numerito.

Haciendo un recuento de los daños, creo que estoy exagerando y también estoy siendo demasiado duro con la generosidad de la dispareja. El rancho feliz de los tórtolos Martita y Foxito, - como ellos mismos lo han expresado - son de todas y todos los mexicanos, sólo espero que para las próximas vacaciones de verano, también se acondicione como playa artificial - al estilo de las del carnal Marcelo - para ir a echar una nadadita.

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